Jueves 10 de Agosto de 2023
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El renombrado periódico estadounidense, The New York Times, ha vuelto su atención hacia la región vinícola de Rías Baixas, en Galicia, y con ello, pone en la palestra internacional la cuestión de si el albariño podría ser considerado el siguiente gran vino blanco del planeta.
El periodista Eric Asimov, conocido por sus agudas observaciones y análisis en el mundo de los vinos, ha trazado un recorrido por la región gallega de Rías Baixas, cuna del albariño. La crónica aborda cómo, pese a que la variedad ha sido históricamente popular y fácil de beber, ha estado subestimada en cuanto a su potencial de envejecimiento y complejidad.
Desde que Rías Baixas obtuvo su reconocimiento como denominación de origen en 1988, la producción de albariño ha sido fomentada, generando un vino que, a ojos de muchos, no pasa de ser una propuesta simple y aromática. Sin embargo, tal como apunta Asimov, la percepción sobre el potencial de un vino no debe limitarse por las concepciones preestablecidas, sino por las exploraciones y tratamientos que los viticultores le den.
Hoy, un creciente número de productores en Rías Baixas está redescubriendo las capacidades del albariño. No solo se están centrando en técnicas agrícolas más sensibles y cuidadosas, sino que también están experimentando con diversas metodologías en la elaboración del vino. Los resultados han mostrado que el albariño tiene la capacidad de producir vinos que pueden envejecer durante décadas y ofrecer una sorprendente complejidad.
Además de la exploración del albariño, estos productores están revisando la historia vinícola de la región, resucitando variedades olvidadas y revalorizando viñedos que habían sido dejados de lado, en un eco similar a lo que otras regiones españolas, como Jerez o Sierra de Gredos, han realizado en el pasado.
El artículo también destaca cómo la geografía y el clima de Rías Baixas influyen profundamente en el carácter del vino. La granítica composición del suelo, sumado al húmedo clima por su cercanía al Atlántico, modelan el sabor y aroma del albariño. Además, el diseño de las viñas, con un sistema de parras elevadas para combatir la humedad, muestra una adaptación única de la viticultura gallega a su entorno.
A medida que la popularidad del albariño ha crecido, también han surgido desafíos. La expansión de las viñas y el interés de grandes empresas fuera de la región han traído consigo un alza en la demanda y la competencia por las uvas, a menudo eclipsando a los productores locales más pequeños y tradicionales.
Si bien es cierto que los vinos de alta gama de Rías Baixas pueden alcanzar precios considerables, Asimov destaca que incluso las propuestas más básicas de productores locales, aunque no sean comparables en precio con los vinos masivos de grandes compañías, superan con creces en calidad y autenticidad.
El análisis de Asimov no solo se centra en el presente y potencial del albariño, sino que también hace una mirada retrospectiva, citando la visión de productores locales como Eulogio Pomares, quien recuerda que en tiempos pasados, el albariño era considerado un vino aristocrático.
La crónica de Asimov en The New York Times invita a reconsiderar el papel del albariño en el escenario vinícola mundial, sugiriendo que su potencial va mucho más allá de lo que tradicionalmente se ha percibido. Si bien aún no se puede afirmar con certeza que será el "próximo gran vino blanco", lo que es indudable es que el albariño gallego ha comenzado a captar la atención y el respeto que merece en el ámbito internacional.
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