Javier Campo
Miércoles 03 de Marzo de 2021
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Los que nos hemos acercado al vino, hemos encontrado aquello que buscábamos. Una vez entras en este mundillo, es muy difícil salir. Y es que son tantas las alegrías que compensa con creces los contras que pudiesen encontrarse al elegir.
El vino es un elemento que llega al alma. Y si no, fijaros en algunos de los ejemplos que voy a nombraros y, entonces veréis de lo que estoy hablando.
Una celebración de tipo familiar, intimo y entrañable, está acompañada en muchas ocasiones con vino. En un cumpleaños, el día de tu boda, el anunciamiento de un nacimiento, encontrar trabajo... Momentos de felicidad acompañados de un brindis y del deseo de buenos augurios. Eso ya me parece mágico.
Fuera del entorno familiar, en nuestro otro entorno, el social y laboral, compartimos confidencias, cotilleos, opiniones o debates distendidos sobre este u otro tema, pero casi siempre alrededor de una copa y unas risas, es la excusa perfecta para estar cerca de quienes queremos y apreciamos de una manera u otra.
En algunas ocasiones, una copa de vino ha sido la que ha provocado ese empujoncito que te hacía falta para tomar una buena decisión. Y sí, es verdad, para tomar una mala también, pero la culpa no la tiene el vino, no nos engañemos, tenemos albedrío y decimos o hacemos lo que queremos. Ni el universo, ni el destino, ni por supuesto el vino, tienen la culpa o el acierto.
Hay una cosa muy bonita que pasa cuando visitas bodegas y conoces la historia de esas personas que han hecho el vino. Escuchas atentamente sus razones, su vida, muchas veces, intimidades que surgen en el calor de una copa de vino y que, tras haber pasado el tiempo, aun recuerdas con una sonrisa.
He conocido gente en catas de vino que, años después, siguen siendo objeto de un enorme abrazo cuando nos encontramos en cualquier otro evento, de vino, claro.
Y resulta que aquella persona que conoces, a su vez, conoce a otra que te conoce a ti. Y la familia del vino, va creciendo, entre copas, entre abrazos y entre encuentros atemporales que perduran en nosotros curiosamente y, sin embargo, otras cosas desaparecen.
Cuando todo vuelva a una cierta normalidad, quizás, podamos ser una poco más felices y brindar, y reír y hacer mucho más latente que el vino hace amigos y un amigo cuando te ve, te da un abrazo.
Se cree que el origen etimológico de la palabra "brindis" proviene del siglo XVI del germanismo ich bring dir's, que quiere decir "te lo traigo" o "te lo ofrezco" y se utilizaba al chocar dos copas, jarras o vasos. En la conquista de Roma por parte del ejército de Carlos V, después de saquear la ciudad, festejaron la victoria entrechocando sus copas y del término germano pasó al latín. italiano y más tarde al español brindis.
Algunos historiadores han señalado que, tanto griegos como romanos solían realizar rituales en los que derramaban vino como forma de ofrenda a los muertos y los dioses. Lo hacían para solicitar la mediación de los dioses en asuntos de su interés de trabajo o amor, pero esta costumbre también trajo el brindar para pedir la salud de los vivos que ha desembocado al actual ¡Salud!
Otra teoría, que se ubica en torno al siglo IV a.C. es que se el brindis surge de un acto de confianza que servía al anfitrión para demostrar a su invitado que no había envenenado su copa. Para ello acercaba su copa a la del invitado "chocándola" y derramando un poco de vino en su interior.
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