Wine Rider enoturismo. El Molar, donde el agua cura el cuerpo y el vino sana el alma

El Molar ha sido, y es, un pueblo con una estrecha relación con el agua y el vino. Su manantial de aguas medicinales atrajo en el pasado a gran número de viajeros que buscaban curar sus dolencias. Hoy, sus vinos son el reclamo perfecto para disfrutar de la gastronomía de la Sierra Norte de Madrid.

David Manso

Viernes 19 de Julio de 2024

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Viñas de Bodega Tinta Castiza, en El Molar

Tras dejar atrás la población de Nuevo Baztán, la ruta de enoturismo por la Comunidad de Madrid acompañado por Antonio Reguilón, Presidente de Vinos de Madrid, nos lleva a la más reciente de las incorporaciones a la denominación Vinos de Madrid, la subzona de El Molar. En una hora escasa la carretera nos lleva a través de los diferentes paisajes que rodean a la gran urbe. Los campos de cereales al suroeste de Madrid dejan paso a unos terrenos vacíos, donde nada se cultiva, predominando el monte bajo con la Sierra madrileña al fondo. Las primeras viñas aparecerán poco antes de llegar al pueblo de El Molar.

Enclavada en la Sierra Norte de Madrid, esta población es considerada como el primer pueblo de esta bonita zona montañosa al norte de la capital. Durante su visita descubrimos su estrecha relación con el vino, donde su pasado ligado a él viene de una época en la que los musulmanes habitaron estas tierras creando varios barrios de bodegas. Alrededor de su núcleo urbano fueron escavadas más de 200 cuevas que eran usadas para la maduración y conservación de los vinos que nacían de sus tierras. Hoy, una parte de ellas acogen varios restaurantes en los que el visitante puede disfrutar de la gastronomía de la Sierra Norte de Madrid y de los vinos que producen las bodegas de esta subzona. También fue una población pionera en turismo. A mitad del siglo XIX (1850) se inauguró el Balneario de la Fuente del Toro, un espacio de retiro y relax donde acudían los visitantes, principalmente desde Madrid, para curar sus afecciones atraídos por las propiedades medicinales de las aguas sulfurosas que brotaban de su manantial. Esto produjo un importante crecimiento de la población ya que quienes lo visitaban además disfrutaban de la estancia y gastronomía de la población de El Molar.

Tras conocer su pasado e historia es hora de sumergirnos en la parte más enológica del enoturismo. Visitamos la Bodega Tinta Castiza localizada a las afueras del pueblo. En apenas un par de minutos llegamos a sus instalaciones. El reciente proyecto, sus actividad se inicia en 2017, parte con la reforma de la antigua cooperativa de El Molar y con una filosofía por elaborar vinos artesanos con la mínima intervención posible, respetando el entorno y el producto, de manera tradicional y sostenible. Carlos Reina, su impulsor, le ha dado una vuelta de tuerca a la elaboración de vinos en la zona situándose como un referente, no solo de la denominación de Vinos de Madrid que les acoge, sino también a nivel nacional. En Tinta Castiza han recuperado viñedos de más de 50 años que los antiguos viticultores, personas de avanzada edad, estaban abandonando. Viñas viejas de variedades autóctonas como las tintas Garnacha y Tempranillo, y las blancas Malvar, Albillo Real y las escasas Pardilla y Blanca Jaén, son cultivadas en pequeñas parcelas de suelos graníticos de manera ecológica rodeadas de monte bajo, cantuesos y tomillos, un particular terroir y entorno que buscan quede impreso en sus vinos.

Me cuenta Carlos cuando le pregunto qué es lo que quiere que sus vinos transmitan: "Somos embotelladores de paisajes, tenemos pequeños parajes aquí en El Molar. La idea es que la gente se lleve un trocito de la tierra y de ese viñedo a su casa, y que lo disfrute". Unos vinos elaborados de manera artesanal, en los que para sus tintos mezclan uvas tintas y blancas, estas últimas en menor proporción, como se hacía antaño, e incluso para su blanco también, el cual es en su mayoría elaborado con Tempranillo. Barricas de roble, depósitos de hormigón y las tradicionales tinajas de barro realzan aromas y sabores, hacen que sus vinos artesanos ganen en matices y en complejidad. Además también elaboran Dabuti, un vermut blanco premiado con un Bacchus de Oro en 2023 cuyo nombre hace referencia a esa expresión madrileña que condensa un momento de buen rollo, de diversión con amigos, de risas.

Tinta Castiza tiene oferta de enoturismo. Aquí reciben al visitante para mostrarles su trabajo y catar sus vinos acompañados de un maridaje muy especial, y particular a la vez, en el que se mezclan sabores de diferentes cocinas internacionales. Una de las propuestas es un Chutney, mermelada india con jengibre, arándanos, maracuyá y fruta de la pasión acompañada por los vinos de la bodega. Maridaje sin duda muy diferente y atractivo.

Llega la hora de comer. Lo más predecible sería comer en un restaurante cueva del barrio de bodegas, pero cambiamos el plan. Nos acercamos a El Puntito, un restaurante de comida casera en el centro del pueblo dentro de la Ruta del Vino de Madrid. Allí disfrutamos de la gastronomía serrana con un toque diferente en el que se mezclan sabores y texturas que acompañamos con una copa de Tinta Castiza ya que toca conducir. Un tinto de la variedad Tempranillo con una pequeña porción de Malvar. Un vino muy expresivo, complejo, con gran intensidad de aromas y mucha fruta. Muy buena elaboración sin duda.

Con cierre a esta ruta por Madrid subimos al más famoso de los barrios de bodegas de El Molar, La Torreta. Un espacio que antaño era frecuentado por los habitantes del pueblo para elaborar y conservar sus vinos, y que hoy aloja varios restaurantes bodega que son frecuentados por los turistas los fines de semana. Un buen lugar para hacer un receso, para contemplar la amplitud y belleza de la Vega del Jarama. Un lugar ideal para cerrar esta ruta de enoturismo con las vistas de Madrid capital como postal de fondo.

David Manso
Licenciado en Marketing y apasionado del vino.
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