Martes 07 de Junio de 2022
Aunque las formas tradicionales tienden a relajarse hoy en día, hay una serie de reglas que siempre funcionan en el mundo del maridaje y que siempre conviene tener en cuenta.
Estas son las cuatro reglas para maridar correctamente el vino y los alimentos:
Es muy importante que el sabor del vino y el de la comida se realcen mutuamente sin que ninguno domine sobre el otro. Por eso, las comidas ligeras suelen combinar bien con vinos ligeros y las comidas fuertes o especiadas con vinos envejecidos y de mucho cuerpo.
No conviene servir muchos vinos diferentes en la misma comida, porque el exceso de sabores acaba por aturdir el paladar. Si solo se va a servir un vino, es preferible que sea ligero y más acorde con el plato principal.
Los vinos más astringentes casan bien con los platos grasos, y los afrutados, con los sabores salados y dulces.
Una comida bien ordenada debería conducir poco a poco a un punto culminante; lo mismo que la elección de los vinos. En general, conviene servir los blancos antes que los tintos; los secos antes que los dulces; los jóvenes antes que los viejos, sin perjuicio de que un vino blanco con mucho cuerpo pueda llegar después de un tinto joven y ligero.
Asimismo, aunque cada día se abren paso nuevas tendencias, existen unas normas básicas con las que seguro no fallarás:
A pesar de tendencias y novedades, existen determinados alimentos considerados por los expertos como difíciles de maridar:
La presencia de gas carbónico en los vinos espumosos ayuda a que este tipo de vinos pueda maridar con casi cualquier tipo de alimento; es por lo que se los llama vinos "todoterreno". Por ejemplo, pueden armonizar con las vinagretas de ensaladas o con encurtidos y resaltar platos más neutros, como la pasta o el arroz. Las burbujas pueden ayudar a limpiar la boca en los platos muy grasos, y acompañar sin problemas los postres si se trata de los espumosos semisecos o dulces.
Pero no es el Cava el único vino 'todoterreno'; los vinos de Jerez también lo son. Su fuerte carácter salino (Finos y Manzanillas) los hace ideales para embutidos, salazones y encurtidos, y para aquellos platos imposibles de maridar, como son las alcachofas o los espárragos. Además las versiones dulces, como el Pedro Ximénez combina a la perfección con los excesos de dulzor, como los bombones y chocolates.