Tapas y vinos en verano: la evolución de un icono gastronómico español

Es curioso cómo, aunque las cosas no vayan muy bien económicamente, siempre tenemos un pellizquito guardado para irnos a tomar unas tapas

Javier Campo

Lunes 24 de Junio de 2024

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Esto puede sonar un tanto frívolo porque hay personas que no tienen ni para comer en casa. Desde luego, no estamos generalizando. Pero el ciudadano medio se gasta aproximadamente el 11% de lo que cobra en bares y restaurantes. La prueba es que, ahora en verano, depende del sitio, es difícil conseguir una mesa. Claro está que esto esta dividido en residentes y turistas, pero lleno, está lleno.

La tapa es desde hace mucho un referente a nivel mundial gastronómicamente hablando. Los guiris se lo pasan pipa con estos pequeños bocados que son tan "tipical spanish". Si a esto le sumas la sangría, la playa y una tienda de souvenirs, tenemos el pack completo del perfecto turista de verano en la costa o el interior.

Esta tradición viene de hace varios siglos y era más una necesidad que una oferta culinaria ya que la tapa era literalmente eso: una "tapa" que cubría el vaso o la copa de vino a fin de que no entrasen insectos u otras cosas. Poco a poco, se convirtió en casi una obligación a modo de obsequio por parte del mesonero. Vamos, un poco lo que pasa ahora con el chupito... ¿No?

Con el transcurso del tiempo, la tapa se ha ido convirtiendo en parte indisoluble de nuestra gastronomía y de las aceitunas o la cuñita de queso, hemos pasado a auténticas maravillas de micro cocina que combinan sabores, texturas y productos solo aptos para quienes saben prepararlas y quienes pueden pagarlas, en algunos casos.

Las tapas y el vino son inseparables. Bueno, la cerveza también. Aunque también depende de la ciudad y, obviamente del gusto del consumidor. Así nos podemos encontrar que, en San Sebastián por ejemplo podemos encontrar sus famosos pintxos de bacalao al pil pil, tortilla de patata, croquetas y mil cosas más casi siempre acompañadas de tinto de Rioja. Más bien de tarde.

Si nos vamos a la otra punta del mapa, a Sevilla, por ejemplo, vamos a encontrar que la costumbre es más por la mañana y nos vamos al jamoncito ibérico, algunos encurtidos, pescadito frito y otras mil más. Barrio de Santa Cruz o Barrio de Triana a petar de gente tomando fino de Jerez y cervecita. Aquí, al igual que en otras zonas de Andalucía como Granada, donde las tapas son para campeones o Jaén con sus mollejas de corderito fritas con ajos, tiran más del quinto o botellín de cerveza.

Nombrar Malasaña, Chueca o La Latina, todos barrios de Madrid, es hablar de las casas de tapas donde comerse unas gambas al ajillo o unas buenas y auténticas patatas bravas. Aquí la bebida varía porque el publico es muy cosmopolita y dependiendo del bar o las zonas podemos encontrar bastantes locales con albariños, verdejos o tempranillos.

La frase con tapas y vino se hace el camino se convierte en letanía en la ruta de los elefantes en la conocidísima calle laurel de Logroño donde puedes encontrar desde los típicos torreznos, las croquetas gigantes de algunos locales o pichos de tortilla de setecientas cosas diferentes, aunque la que mas triunfe sea la clásica de patatas, con o sin cebolla.

Nos dejamos muchas ciudades donde las tapas también forman parte de la gastronomía como Barcelona, Salamanca, Cádiz, Santiago de Compostela o Toledo, entre otras más. En todas ellas, poco a poco están intentando introducir las tapas maridadas de tal manera que, el cliente pide una tapa y el camarero o sumiller le recomienda una bebida para acompañarla. Esto va desde los diferentes vinos tranquilos con una enorme y amplia diversidad en procedencias, elaboraciones y variedades, pasando por los vinos espumosos, cada vez más introducidos, los vinos generosos que van dando pasitos fuera de Andalucía, y, en algunos casos bebidas combinadas o cocteles para los más atrevidos ofertantes y demandantes.

En cualquier caso, este verano si en lugar de ir de restaurante te vas de tapas, ahorraras tiempo y dinero (casi siempre). Las premisas son muy fáciles: vete con amigos o familiares ya que tapa y socialización están unidas. Ves con hambre y prueba cosas nuevas. No te sientes, come de pie y al local siguiente. La ruta la eliges tu y la tapa y el vino, también.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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