IRPF: Borrador confirmado

¿Es posible un IRPF justo, transparente y comprensible?

Carlos Lamoca Pérez

Viernes 05 de Julio de 2024

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Finalizó la campaña de IRPF. Un año más hemos tenido que afrontar el amargo trago y hacer frente a unas declaraciones cada día más complicadas que, desgraciadamente, provocan el que, hoy, pocos ciudadanos  estén en disposición de hacer la más leve crítica técnica a un impuesto que se ha vuelto las más de las veces inalcanzable, cuando no incomprensible. Así que, de nuevo, el ciudadano medio, romero en esta romería de exigencias incomprensibles y las más de las veces, absolutamente lego en el conocimiento de sus derechos fiscales, ha vuelto a encomendarse a Santa Bárbara del Borrador,  para, despachado el amargo trago, empezar a superar la penúltima crisis de ansiedad tributaria con la que se le obsequia por su contribución al Estado del bienestar..

Tenemos un tributo que se "ha venido haciendo" por razones coyunturales, electorales las más de las veces, hasta convertirse en una especie de boulevard de la fama donde pocas autoridades, organismos, entes y hasta ocurrentes de turno, se han resistido a que su estrella no figurase en la acera de la fama: Su deducción, su exención,  su reducción, en suma, su magnanimidad hacia ese pueblo llano que tanto me quiere. El impuesto se ha convertido en algo similar a una pintoresca Caja de Socorros, un remedo de Monte de Piedad fiscal, donde la lógica y los principios de la ortodoxia administrativa y ya no digamos fiscal como son los de claridad, proximidad, transparencia, comprensión, dejan mucho que desear. Sucesivas reformas, sucesivos parches donde ya se había parcheado, sucesivos zurcidos y recosidos, han hecho de este traje otrora impecable, un miriñaque oscuro, impenetrable que, qué remedio queda, han convertido en norma jurídica inapelable al programa informático que lo soporta. Y así es para nuestra desgracia y nuestra comodidad.

Con ese santo temor a lo desconocido que en general inspira cualquier impuesto, basta que nos identifiquemos ante la máquina del tormento del IRPF para que ésta nos calcule lo que debemos/nos deben. Y si por un aquel de curiosidad pretendemos averiguar el porqué de la cuota diferencial, basta también que demos unos primeros pasos por el laberinto para que la cábala nos haga desistir de ello so pena de ser presas de un serio ataque de ansiedad. Acertó quien, en su momento,  bautizó la ayuda con el nombre de programa PADRE. Aunque hoy, ese PADRE, se haya convertido en abuelo bondadoso que ya no enseña a pescar sino que pone directamente los pescados en la red de todos aquellos que, un poco por comodidad y un muchísimo más por imposibilidad técnica de hincarle el diente al impuesto, desisten de saber por qué les salen a pagar o devolver X euros.

Podemos seguir así año tras año. Desengañémonos. Nadie va a hacer nada por aclarar las cosas, porque las cosas confusas, oscuras, siempre han funcionado como mecanismos intimidatorios para someter al conformismo. Ahora bien, si queremos que esto se rechace por la ciudadanía y que la declaración de IRPF no se convierta indefinidamente en una travesía por un océano desconocido en el que aunque te devuelvan, resulta que pagas, hay que cambiar radicalmente las cosas. Es preciso diseñar un IRPF cercano, comprensible, transparente y por tanto, justo. Para luego, explicarlo y sobre todo, por encima de todo, justificarlo. Justificarlo con la misma transparencia en la otra cara de la moneda: El gasto público. Si no lo hacemos así, si seguimos tragando las ruedas de molino de un impuesto para unos ricos que hace tiempo que ya no viven aquí, persistiremos en hundirnos más y más en la miseria de una vida intervenida por el gran hermano.

En esta España plural  de nuestras crisis donde las prioridades políticas pasan inexcusablemente por  ver si prohibimos la fiesta de los toros o seguimos desenterrando muertos, es preciso que llegue la campaña de IRPF para que en el discurso electoralista, se vuelva a hablar del asunto de la reforma fiscal. Inútilmente. Mientras, el edificio constitucional se nos resquebraja, se nos llena de rotos. No es de extrañar que surjan por doquier Pepes Goteras y Otilios dispuestos a adjudicarse la contrata. Aunque, de todo lo que se quiere reformar, quizá sea lo concerniente al ámbito tributario lo que se adecue más claramente a lo que debemos entender por reforma. Porque tal como vienen los tiempos no está nada claro que en materia laboral, financiera, educacional, territorial o sanitaria se deba hacer solamente una reforma. Parece más bien que para arreglar el tremendo entuerto en el que nos hemos metido, sea inevitable un trauma, una ruptura, un blindar las reglas de juego en aras de la estabilidad, de la igualdad y de la libertad. Porque de eso se trata exactamente: De nuestra democracia o lo que es lo mismo, de nuestra igualdad y libertad como ciudadanos todos de un mismo Estado.

Carlos Lamoca Pérez
Inspector de Hacienda del Estado.
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