Poda de la vid: el arte de moldear el vino

Cómo la poda influye en el tamaño, calidad y sabor de las uvas

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La poda de la vid es una práctica esencial en la viticultura, que consiste en la reducción controlada de la vegetación de la planta para optimizar la calidad y el rendimiento de las uvas. Esta técnica es fundamental para manejar el crecimiento natural de la vid, una planta de crecimiento ilimitado que, sin intervención, puede llegar a desarrollar ramas de hasta 30 metros de longitud. El ciclo anual de la vid en zonas templadas comienza con el desborre en primavera y culmina con la caída de las hojas en otoño, momento en el que la planta entra en reposo vegetativo.

La poda de la vid tiene varios objetivos, entre los que destacan la limitación del crecimiento de la planta, la mejora de la calidad de las uvas y la extensión de la vida productiva de la vid. Una poda adecuada permite la formación correcta de la planta y facilita las labores del viticultor. Además, contribuye a que los racimos de uvas sean más grandes y de mayor calidad, en comparación con los que se producirían de manera natural sin control. Esto se debe a que, sin poda, la vid tendería a producir muchos racimos pequeños y de maduración desigual, afectando negativamente la calidad del vino.

La poda se realiza en diferentes etapas del año y se divide en varias categorías según el propósito y el momento en que se lleve a cabo. La poda de formación es la primera que se realiza en una vid joven y recién plantada. Durante los primeros tres o cuatro años, se determina la estructura y el tipo de crecimiento de la planta. Esta fase es fundamental, ya que define el sistema de conducción que se utilizará, adaptándose a las condiciones climáticas de la región y a las características de la cepa. Los tipos de poda de formación varían y se realizan generalmente en invierno y primavera.

Una vez que la vid ha alcanzado su forma final, se procede con la poda de fructificación. Esta poda es necesaria para mantener la estructura de la vid y controlar su desarrollo. Consiste en seleccionar y reducir los sarmientos y yemas que brotan cada año. Esto permite que los racimos de uvas reciban más luz solar y ventilación, mejorando así su calidad, aumentando su rendimiento y reduciendo la susceptibilidad a plagas y enfermedades.

La poda de invierno, también conocida como poda en seco, es una de las más importantes y se realiza cuando la planta está en estado vegetativo, es decir, en letargo invernal. Durante este período, se eliminan los sarmientos del año anterior y se recortan las maderas más viejas. Es esencial realizar esta poda en el momento adecuado para evitar daños a la planta. Las temperaturas extremadamente bajas pueden hacer que la madera se vuelva quebradiza y susceptible a enfermedades, como la yesca y la eutipiosis, debido a la lenta cicatrización de las heridas en condiciones de frío extremo.

La poda en verde complementa la poda de invierno y se realiza en primavera, una vez que la vid ha empezado a brotar. En esta etapa, se eliminan los brotes jóvenes y las hojas sobrantes para reducir el rendimiento de la planta y mejorar la calidad de las uvas. Se presta especial atención a la eliminación de los brotes mal ubicados, como los que crecen demasiado cerca del suelo o aquellos que no reciben suficiente luz solar.

Así las cosas, la poda de la vid es una práctica compleja pero fundamental en la viticultura. No solo mejora la calidad y el tamaño de las uvas, sino que también facilita la gestión del viñedo y asegura la salud y longevidad de las plantas. A través de diferentes técnicas y en diferentes momentos del año, la poda permite a los viticultores controlar el desarrollo de la vid y optimizar la producción de vino.

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